LIBROS QUE HACEN LECTORES |
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Óscar tiene la culpa
(Tony Ross, Ediciones Destino, Barcelona). Desde 3 años.
Billy, el amigo de Óscar, pone la casa perdida de barro, viste al perro con la ropa de papá, esconde ranas en las zapatillas de la abuela, se deja abiertos los grifos del cuarto de baño... y hace otras trastadas. Sin embargo, siempre le echan la culpa a Óscar. ¿Por qué?
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Frederick
(Leo Lionni, Traducción: Ana María Matute. Editorial Lumen S.A. Barcelona). Desde 6 años.
Habíase una vez, en un prado, cerca de un granero, una parlanchina familia de cinco ratoncitos. Como se acercaba el invierno, los ratoncitos empezaron a recoger maíz, nueces, trigo y paja. Todos trabajaban mucho, mucho, menos uno: Frederick. Cada vez que sus familiares le preguntaban qué hacía, Frederick respondía cosas como "recojo los rayos del sol para los fríos" o "recojo colores para el invierno". Llegado el invierno, los cinco ratoncitos se escondieron en su escondite entre las piedras. Pasó el tiempo y la comida poco a poco se les acabó a los ratoncitos. Entonces Frederick les pidió a sus compañeros que cerraran los ojos y comenzó a hablarles de los rayos del sol y de los colores de las flores... y todos olvidaron sus penas. "Pero Frederick", dijeron al final aplaudiéndole. ¡Tú eres un poeta!" |
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Yo las quería
(María Martínez i Vendrell, Carmen Solé Vendrell, Ediciones Destino, Barcelona). Desde 7 años.
A Marta le gusta que llegue la noche y aparezca la luna, pues entonces puede pensar lo que quiera y llorar si tiene ganas, sin que nadie la moleste. Marta tiene fama de llorona. Nada le gustaría tanto como sentir las caricias de su madre al despertar por la mañana. Pero eso no es posible porque su madre está enferma y no puede levantarse de la cama. Marta tiene unas trenzas largas que casi le llegan a la cintura y de las que está orgullosa. Como su madre no puede, su tía la peina cada mañana, pero lo hace sin ganas, dándole tirones... y Marta llora y llora y llora. Un día su padre les dice a Marta y a sus hermanos que se irán de vacaciones. Como su madre no puede acompañarlos y su padre no sabe peinarla, tendrán que cortarle las trenzas. Encerrando la pena en su corazón y conteniendo las lágrimas, Marta siente cómo le cortan las trenzas. Bien envueltas en papel de seda color azul cielo que le dio su madre Marta las guarda en un cajón de su cómoda. Las vacaciones, pese a todo, le resultan encantadoras. Le escribe largas cartas a su madre y empieza a darse cuenta que peinarse sola, en un instante, puede ser muy agradable. De vuelta a la escuela, Marta contempla cómo su pelo va creciendo lentamente. Pero un día terrible, su madre los dejó a todos y Marta sintió un vacío mayor que el de la ausencia de sus trenzas. Cuando se mira al espejo, ve reflejado el color de oro viejo de los cabellos de su madre, sus gestos y su sonrisa. Por las noches Marta, abre la ventana para ver la luna y mirar las estrellas, ventanitas del cielo... y siente crecer en su pecho un sentimiento nuevo, que es también dulce y amargo... ¿cuál será? |
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