Un día tres hermanos salieron del pueblo de Ulwas, junto al río Coco, para cazar wari.
De pronto oyeron una voz: Dar- Dar- Dar. La voz salía de un bejuco que colgaba de un árbol. El primer hermano al tocarlo desapareció, el segundo corrió la misma suerte y el tercero, lleno de miedo, gritó:
– ¿Qué les has hecho a mis hermanos? – Nada, si alguien me agarra se vuelve invisible
– dijo la voz que salía del bejuco.
Pensaron los hermanos que siendo invisibles les resultaría más fácil cazar así que, pensaron, cada día llevarían consigo un pedacito de bejuco con ellos. Pero antes de hacerlos invisibles, la voz que salía del bejuco les hizo prometer que nunca venderían la carne que cazaran y que nunca cazarían con escopetas.
– Lo prometemos – dijeron los hermanos cazadores.
Ese día cazaron como nunca. El olor a carne asada invadió todos los rincones del pueblo de Ulwas. Nunca antes habían comido tan bien sus moradores. Los ancianos de la aldea preguntaron a los hermanos cómo habían conseguido tantos waris y ellos contaron lo que les había sucedido y la promesa hecha al bejuco.
No tardaron en hacerse cazadores famosos y sus historias viajaban a lo largo del río Coco e incluso más allá. Un día arribó a la aldea un barco con dos extranjeros comerciantes. Querían comprar carne de wari. – No podemos venderla – dijeron los hermanos. Eso es lo que come nuestra gente.
Los comerciantes les dieron escopetas y persuadieron a los hermanos hasta hacerles romper su promesa: cazaron con escopetas y vendieron el wari. Pronto escaseó la carne de puerco en el pueblo. Los ancianos quisieron arreglar la situación y hablaron seriamente con los hermanos. – ¡El que quiera comer carne, que la compre! – Respondieron estos. Como la gente del pueblo no tenía dinero, cada tarde se veía obligada a apostarse a la entrada de la aldea para pedirle a los hermanos carne.
Un día observó el pueblo, incrédulo, una extraña procesión de waris muertos que se movía lentamente por el aire. Sólo los ancianos entendieron lo que estaba pasando: como cada día los cazadores habían vuelto a dejar en su sitio el trozo de bejuco que los hacía invisibles, pero esta vez permanecían siendo invisibles. Por más que rogaron al bejuco e imploraron perdón a los ancianos, los cazadores no recobraron su presencia y tampoco fueron perdonados. Tuvieron que marcharse de Ulwas y según aseguran los misquitos, todavía hoy siguen vagando por las riberas del río Coco.
Wari: puerco de carne sabrosa.
Bejuco: planta tropical.
Moradores: habitantes de un lugar.
Persuadir: convencer.
Apostarse: situarse en algún lugar a la espera de un acontecimiento.
Incrédulo: desconfiado, que no cree facilmente.
Implorar: suplicar.
Misquitos: indígena centroamericano que habita en la parte central y septentrional de la región costera de Nicaragua y la oriental de Honduras.
Vagar: andar errante, sin rumbo determinado. |
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